Paco Mayorgas, o como la Historia olvida a sus buenos ciudadanos

Hola a todos y a todas. Llevo casi una década con este maravilloso proyecto de "Valdeolleros, nuestro Barrio". He trabajado con alumnos y alumnas magníficas; he tenido la suerte de conocer a los hombres y mujeres que han dado su tiempo para que este barrio sea lo que es hoy; he conseguido que grupos de alumnos/as participen en proyectos poco interesantes en principio para ellos/as, que vayan a congresos de jóvenes historiadores; que llenemos el centro cívico con su trabajo; he entrevistado a muchas personas de este barrio, como seguiré realizando. Todos y todas magníficos y magníficas sin las que el libro será imposible: Rafael Tejedor, Juan Gregorio, Paco Gea, Paco Sanz, Joaquín Reina, "nuestras cuatro chicas"... Pero el miércoles tuve la suerte de compartir un par de horas con alguien con quien tenía muchas ganas de hablar. El confinamiento casi nos lo ha retrasado un par de años. Pero todo llega. El entrevistado ha sido Paco Mayorgas. Muchos no lo conoceréis, pero protagonizó alguno de los hechos más importantes de la historia del Barrio de Valdeolleros y de Córdoba. En concreto, uno. Él fue uno de las cuatro personas que se encadenaron a las vías del tren pidiendo el soterramiento de las mismas a su paso por Córdoba. Era la época de los ochenta, y cortar el Talgo Madrid-Cádiz no era una cuestión baladí. 

Diego Aguilar Gómez, Juan Perea Moncayo,  José L. Márquez Alcaide y Francisco Mayorgas Muñoz realizaron una acción que el movimiento vecinal, organizado en Plataforma cívica, había programado para el desbloqueo del tema RENFE (el 21 de febrero de 1987). Los cuatro se encadenaron al paso a nivel del ferrocarril en los Santos pintados, con la finalidad de solicitar a los poderes públicos cambios en los proyectos de ubicación y realización de la actual estación de ferrocarril. Fueron detenidos, denunciados y procesados. Un largo proceso que terminaría en 1990 con su absolución, siendo defendidos por Rafael Sarazá Padilla. Se llegaron a situaciones tan kafkianas como solicitarles la fiscalía una pena de siete meses de prisión menor y una indemnización de 13.392 de las antiguas pesetas (unos 14 euritos de los de ahora), que Paco recuerda que fue al único que intentaron embargar.

El relato de Paco de los hechos, esos matices que sólo los que vivieron los hechos conocen, no son aquellos que salen en los libros. Eso es Historia pura y con mayúscula. Y, como decía anteriormente, tengo mucha suerte de poder hablar con estas personas y es un deber de honor hacia ellos que su memoria no se borre de la historia. Paco llegó a tal estado de ánimo recordando aquellos hechos que se emocionó de tal manera que acabó llorando. Estas fueron sus últimas palabras en ese momento:

“Para mí eso fue un día muy grande [juicio en Madrid], pero más grande fue la solidaridad que la gente planteó esos días. Porque para el juicio en Madrid se montó un autocar y fueron un montón de coches, y la comida después la hicimos en común en la plaza de un pueblo… Todos ponían la comida en el suelo, compartíamos… Y el día del juicio en Córdoba, eso fue de ¡chapó! Era gente muy mayor y el gobernador había dado órdenes de que tanta gente no podía entrar en una sala. Entonces pusieron los antidisturbios y pusieron muchas medidas como presentar el carné de identidad. Y como son gente mayor, tú ya sabes que no lo llevaban encima, porque salían sin carné y sin nada. Coger un taxi, ir a su casa y en el mismo taxi, coger su carné e ir hacia allá. Como no pudieron echar a la gente con eso, en la sala dice el mozuelo (el juez): “Quien no esté sentado, que abandone la sala”. Se sentaron en el suelo, y como no cogían, unos encima de otros. El alcalde Herminio (Trigo) era uno de los que estaba en el suelo sentado.

Esas cosas son las que te dan fuerza. Después, cuando te dan una placa (Cervatillo de oro de la ciudad), me alegro porque yo, entre otras cosas, no he tenido nunca nada para decirles a mis hijos “mira, esto es de esto” o a mi nieto. Entonces, reconocer después de veinte años, cuando todo el mundo está olvidado, que se cree que todo ha caído del cielo… Me lo reconocieron y me da alegría. Y tengo un objeto que le puedo decir a mi nieto que “esto es por esto”…

[En este momento Paco se emociona de tal manera que se le saltan las lágrimas] Yo soy muy sentimental, soy muy pasional, y en esas cosas... porque las tengo muy… ¡Ya está! Delante de los alumnos no puedo hacerlo” 

Estos pequeños momentos son los que hacen grande a nuestra profesión y a las personas que vivieron esos hechos históricos. Motivar e interesar a los alumnos/as al conocimiento de su propia historia es una obligación como profesores y como historiadores. Eso es aprendizaje e Historia.


Aquí os dejo algunas fotografías para el recuerdo, el conocimiento y la historia.
























La primera parte de esta entrevista fue maravillosa. La segunda será magia.

POSDATA: A Paco no le gusta ser retratado, pero seguro que esta fotografía le levantará el ánimo y avivará recuerdos.










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